jueves, 29 de septiembre de 2016

Valeria Tentoni





Diosmío

Yo veo al pájaro incandescente cruzar
el álgebra, lo veo ir
como una flecha luminosa cruzando el número,
yo veo al pájaro, levitando, entre los rieles del número
el pájaro que es una cifra entre toda la nada,
el pájaro que gorjea y se parece un poco a la piedad.
Yo veo al pájaro y su constelación de sombras
ir y venir entre los tendales, ir y venir, meciéndose
al aire yerto de la mañana dejándose cruzar por el pájaro
al aire que es también un hijo pequeño y distante.
Yo veo al pájaro, diosmío, también lo veo
y nadie duerme al cuento ni a la noche cuando debería
y menos todavía el pájaro que cruza y se trenza en el cableado y después
sale revoloteando como un monstruo marino
entre la miel blanca del cielo y las nubes como mantas de lana
rosada
mantas de lana en las que se acuna el hijo
entre las que el hijo mama,
y el pájaro cruza los ojos del hijo que piensa en los ojos del pájaro
que de diminutos y fusilados resplandecen
como borlas de piedra amarilla
y lo ciegan hasta que
la sombra y la noche y el sueño
son una sola aureola seca.



De Ajuar (Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011)


Yo me saco esto que traigo
y te lo dejo
como dejan algunos perros
pájaros muertos en la puerta de sus dueños.

Con inocencia y con exceso.




El amor es un toro mecánico del que nadie se baja con elegancia.
Una atracción de feria
abandonada,
desafiando la intemperie.
Todos se paran frente al toro y se dicen
Yo puedo con él. Todos, sin excepción, confían
en sus talones
y se montan a la violencia eléctrica
de su lomo. Confían todavía cuando el movimiento
se inicia,
como si una mano poderosa e invisible
echase una ficha al aparato
sin previo aviso.
El clic metálico se recorta en el sonido,
una topadora minúscula
derribando
al silencio de un empujón. Entonces todo comienza, y ya
no hay manera
de emprolijar el cuerpo, esa forma
de la que antes creíamos tener dominio y que ahora
se nos revela
como si hubiese estado esperando su turno
comiéndose las uñas
desde que le pusieron nombre.

Si yo fuese un ratón
preferiría
perder mi cola en la trampa
antes que mi queso.

Una y otra vez.




Quiero reventarme
contra el futuro
como un insecto de esos
que se convireten en estrellas en la ruta
sobre el cielo polarizado
de un parabrisas ajeno.




Tuvimos peces. Se murieron
panza arriba, inflamados
de alimento. Eran tres y eran siniestros.
Todos los peces son siniestros.
No confío en nadie que no pueda cerrar los ojos.

De Antitierra (Libros Del Pez Espiral, Santiago de Chile, 2014; Neutrinos, Rosario, Argentina, 2016)



Valeria Tentoni nació en Bahía Blanca en 1985. Vive en Buenos Aires. Publicó los libros de poesía Batalla sonora (Manual Ediciones, Rancagua, 2009), Ajuar (Primer Premio Concurso Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011) y Antitierra (Libros del Pez Espiral, Santiago de Chile, 2014; Neutrinos, Rosario, Argentina, 2016), así como las plaquetas La martingala (Semilla, Bahía Blanca, 2010) y La casa (Acción Creativa, Coronel Suárez, 2011). Suyos son los libros de relatos El sistema del silencio (17 Grises, Bahía Blanca, 2012) y Furia diamante (Leer es futuro, Ministerio de Cultura de la Nación, 2015). Participó como guionista de El abrigo del viento, dirigido por Romina Haurie (Lupa productora, 2013). Desde 2011 mantiene on line la Audioteca de poesía contemporánea.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Martín Moureu






Status

Satisfecho de acceder a los dones de
la educación superior, un domicilio
real constituido, estabilidad
emocional certificada, higiene
sexual y una dieta balanceada
en proteínas e hidratos de carbono,
y como quien ha logrado constituir
un complejo dispositivo de usos y
costumbres para regular su actividad
semanal, te toca, rancio, otro domingo
con olor encierro, para, harto de
zapping, dejar en silencio algún
canal codificado, abandonándote a
las radiaciones televisivas, suave
interferencia en las ondas cerebrales.
Si pudiéramos realizar un corte
longitudinal de tu pensamiento
en este momento ni la mejor junta
médica podría determinar más que
la métrica del embole circulando
como un cero vacío por el vacío
de tu cavidad craneana. Tras,
envases multiplicándose en
el bajo-mesada, sabiendo la
cerveza fermentar toda fuerza
de voluntad dentro de un sistema
digestivo capaz hasta de
desentrañar la energía de la
luz sedimentada en los tejidos
vegetales.
                Si quedara, al menos,
un poder, mínimo, de decisión
para tomar una vez la iniciativa
de levantarse, poner al mango
la radio: vibraciones musicales
penetrando la corteza cerebral
sin  intermediación auditiva:
sentirse así de inimputable como
el cantante de una banda de rock
cuando triunfa como solista.



Movilidad propia

Bajo presión se eriza el aire
en arco voltaico de tormenta.
Remiseros disputan presuntas
irregularidades en la grilla
de partida. Bajás la persiana.
Allá ellos, quedás regulando.
Porque al dejar las llaves
del auto sobre
la mesita ratona, con
ese solo acto te
sentís liberado de
la presión de
tener que
estar pendiente de
cada mínima infracción co-
metida o por
cometerse para
contar con
una excusa para
rajarlos a
puteadas, de
modo de
estar cubierto ante
el riesgo de
incumplir ese
interno código de
faltas regido por
la lógica de
seguro contra
terceros que
llevás como
única forma de
conciencia y
podés seguir
manejándote
tranquilo, sin
dudar, sin
pensar, con
la seguridad que da llevar los papeles
en regla, no haber recibido multa en los
veinticuatro últimos meses.



Besaba todo el día y no tenía tema de conversación

¿Qué necesidad esa, tantas ganas, de contacto
verbal? ¿no consiste, como pretenden, el tacto como
un acto de comunicación, comunión, un código
interno el cuerpo, la piel-alfabeto apropiándose,
asignándole a cada gesto? “tema de conversación”,
lo retornable, “no tenía”, como que resultáramos
simplemente procesadores de textos, si el silencio,
“besaba”, no abriera, de aire un canal “todo el día”,
a cualquier posibilidad, más que dual, “de
conversación”, de estar ahí pero sin mediar
palabra ni contraseña y no se pudiera ser en
un sitio sino a través de lo enunciado, “tema de”,
o transmutándolo en, codificándolo, un espacio
intertextual, piel-alfabeto, sobreentendiendo que
repugnamos, aunque habitable, lo vacuo por in-
significante. “Besaba”, por eso, o “no tenía”
y entonces donde lenguas. Para qué, “todo el día”,
habilitar ese saldo de mensajes entre, de por medio,
entre nos, un intercambiar símbolos al interior
de una cadena de negaciones y negociaciones,
sin mayor sentido que constatar del otro la
presencia al otro extremo, encubriendo una
radiación o ruido de fondo, agujero por donde
lo innombrable se filtre, lo no otro, lo mismo.
  



El desarme

O sea, por poner, ponele que
al filo medianoche en junio, cuando
el himno nacional sonara ó sona-
se en la radio, portátil, del sereno,
la Chacarita al fondo, con cuchilla
de corte americano, bien cortadas
se las cortaran ó cortasen al
primer trabajador/ que se cumpliera
ó cumpliese el mandato de tal época
de transición, al cabo, como todas/
la ideología del fin de,
abriendo una fisura, quizás un
quiebre epistemológico/ sin miembros,
supiese erigir una medianera
entre la clase obrera y su partido/
cortar-pegar: así nos des-armaran,
-armasen para el golpe, preparándonos/
por eso, que cortado se las hubie-
ran ó hubiesen durante el mes de junio,
en el día mundial de la gambeta
le hubiesen o tal vez se las hubieran
de todos los tiempistas al más zurdo
calculando así el corte carnicero
cartesiano, que al diez, se las hubiesen,
hubieran, las, cortado así, con clase,
sin dejar una línea de corte,
sin dejar cicatriz visible pese
a que lo trasmitieran en directo
por todos los canales, todo en vivo,
ya no al sereno amparo de la media-
noche, sino delante de las cámaras,
sin anestesia, cuando aún resona-
ra del partido, el himno ó resonase.






Martín Moureu nació el 23 de diciembre de 1981 en Ayacucho (Buenos Aires), donde reside. En 2011 salieron dos pequeñas ediciones artesanales de su primer libro "SinTácticas", una por Cacto ediciones en México y la otra por Ananga Ranga en Corrientes. Fue finalista del Concurso Internacional de Poesía Lamás Médula 2013. Participó de la antología "Poesía de hoy y de siempre" (2014) de Eloísa Cartonera, publicada bajo el título "Emergentes" en Zaragoza por Cartonerita Niña Bonita. Con “Sin tácticas (II)” obtuvo el Primer Premio en Poesía en el “Concurso Nacional Bioy Casares 2014“. En 2015 Borde Perdido Editora, de Córdoba, editó su poemario “Mate c/ Pizza”




lunes, 19 de septiembre de 2016

Micaela Godoy

 





todos duermen
mirando la pared
dándose la espalda
(más que eso, pienso.
pero no puedo definirlo)

un televisor queda prendido
hasta que una mano desenchufa
todo
para irse a dormir
como si también apagase
lo encendido que tiene adentro
desde que despertó temprano por la mañana.






la habitación
quedó a oscuras
me silencio y dirijo a la ventana
que siempre está abierta
miro el cielo
detengo la mirada en las estrellas que más brillan
busco satélites por ovnis
mientras pienso que deseo pediré
por si acaso una estrella fugaz aparece.





  
I

despierto.
puedo oler la humedad de las hojas
mojadas por el rocío de la madrugada
entrando por la ventana que quedó
abierta cuando me dormí
mirando las estrellas
de un cielo del sur.


 II

iré a la montaña.
  




  
no podía decir nada,
porque estaba lejos de
los animales
de los árboles
de las piedras saladas.
nada de lo que dijera
se convertiría en canción.
prefería estar sentada
mirando para allá           
que para acá
donde nos encontrábamos
desencontrados.
porque nos hicieron
perder.
nos hicieron perder...





  
un anciano
se sienta en la mesa
frente a un plato blanco
y en el centro
una cebolla.

comienza a desprender
sus capas
en silencio y con calma.





  
una puerta
sangre manos
una niña
dos repasadores

son llevados
por un auto blanco
al hospital.





Micaela Godoy nació en agosto del 94’ en la ciudad de Chamical, La Rioja. Vivió allí hasta fines del 2003. Luego estuvo de vacaciones durante casi trece años en distintas ciudades de la provincia de Río Negro. Actualmente trabaja en su primer libro de poesía que será traído a la luz junto a las chicas de Objeto Editorial.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

León Pereyra








NUNCA MÁS UNA METÁFORA


I
el primer orden 
fue la naturaleza:
el acto vandálico de nacer.

antes de eso
nada.


II
vine al mundo
ciego como un topo

la luz
se hizo después.
en el medio: incertidumbre

mi única 
marca de nacimiento


III
alejándome del centro
fui acercándome a los bordes


es apenas un halo
mi recuerdo
más lejano.


IV
crecí en el cauce de un río seco:
mi madre, junco salvaje
mi padre, cañaveral.

a la espera del deshielo
fui estirando las raíces
para salvarme


V
atravieso la vida
buscando espejos 
en los que reflejarme:

algo
que pruebe que existo:

un eco en el acantilado
una planta que se doble a mi paso.


VI
un día de estos
se va a desatar mi voz 
vendaval 
furia de trueno seco
mi cuerpo vibrante
brazos levantados 
palmas al cielo
las líneas de mis manos
nutriéndose del sol
y desde el pecho 
mi canto arcaico
siseo de basilisco
resuello de leño ardiendo

y yo naciente
en medio de un gran silencio



en medio de un gran silencio
mi voz de trueno
un día de estos


VII
nunca más voy a ser una metáfora.
voy a vibrar:
mi cuerpo va a ser poesía.





León Pereyra nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 1985. Por Editorial Subpoesía publicó "La realidad incesante (2012)", "El nudo (2012)", "El oficio del presente (2013)" y "Las cosas (2014)". Por el mismo sello, del cual es editor y co-fundador, publicó "Plaza Italia" junto al  fotógrafo Benjamín Fariña. Actualmente reside en la provincia de Buenos Aires.

jueves, 8 de septiembre de 2016

María Emilia Merlo






Ajeno

miro fotos
del verano dos mil once
adolescentes en viaje
vestidos de chifón
teníamos parques
y la posibilidad de construir
una casa desde los cimientos.
decían que nos parecemos
que podríamos ser hermanos
a mí no me gusta eso
sabe dios que sos
por lejos
mucho mejor,
mi vida.




III

el chivo expiatorio de todo el mundo
trato de no volver
pero vuelvo
a tomar
a fumar
a boxear el espejo.




Baby

a nadie le interesa qué soñaste anoche
si pesadillas o números para la quiniela
perdonalos
sabés
coger con un pelotudo es como coger con muchos pelotudos
ya vas a entender
hay cosas buenas, todavía
la forma en que la luz
cae oblicua todo marzo
y el graffiti ese
sobre pavón 
al fondo.




El futuro

bebé
no me absorbas con esos ojos
que ya tengo un pie fuera de todo esto
y el amor de los hombres me abruma 
hasta no respirar.




Password

soñé con un novio brasilero
se llamaba rodrigo
iba a quererme nomás 
si operaba mi nariz
entonces
para conseguir la plata
entraba a un reality show 
donde tenía que cantar
bajo una lluvia de cucarachas
entonces 
en realidad
abrí los ojos 
estaba cruzando pompeya
un sábado a la madrugada
arriba del 160
y la chica al lado mío estaba dormida
también
y vomitada
y vestida de fiesta.




Tic tac 

soy una bomba a punto de estallar
un ramillete de lilas
pero sigan camino
que
aquí no hay nada para ver
sólo barro y desgracia.



Pop

ayer fue el día de la poesía 
no pude escribir nada
pero tuve un sueño
en que había 
duraznos podridos 
por todo finky
bajo la luna llena
había 
policías y rejas
y una malísima obra de títeres
y estabas vos
y te reías.




María Emilia Merlo (Temperley, 1994). Publicó su primer poemario Bajo (2015) con Editorial Gigante. Formó parte de la antología Diarios de autor (2016) y ha colaborado en diferentes publicaciones virtuales. Actualmente cursa la licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y mantiene el blog http://laspenasylasvaquitas.tumblr.com/

martes, 6 de septiembre de 2016

Frank Báez









Una epístola para Walt Whitman

Querido Walt, te escribo para contarte
cómo tu barba ha inspirado a mi generación
más que tu poesía.

Estamos en el 2013 y estoy aquí en mi cuarto
observando una foto que tomaron en 1979
cuando yo tenía un año y mi papá tenía treinta y uno
y donde este me carga detrás de un retrato tuyo.

Mi papá tiene una barba rala.
Y tú tienes tu poderosa barba whitmaniana,
y ahora que el tiempo ha pasado
comprendo que era una premonición
de que yo también acabaría con barba.

Me la dejé crecer hace unos años.
No fue nada planificado.
Fue creciendo así como una hiedra
que crece misteriosamente en el patio. 
Y creció en mi cara y fue bien recibida
en una época en que quienes se dejaban la barba
eran talibanes o terroristas.
Pero yo la dejé que siguiera creciendo
y entonces cada vez más aparecían barbudos
y llegaron los hipsters con sus bigotes y sus barbas
las cosas inmediatamente cambiaron
y los barbudos se pusieron de moda 
como en el medio oriente
y a nadie más le volvieron a vocear terrorista
por tener la barba larga
ya que ahora con una barba lucías cool
y hasta los policías y las mujeres se las dejaban
y en los aeropuertos no volvieron a verme raro
y en migración me dejaban pasar
sin cuestionarme de más
y sin llamarme Osama. 

Ahora de cada dos hombres hay uno con barba
y cada vez que veo un barbudo
con una mujer hermosa de la mano 
siento que el mundo va por buen camino
y sé que este asunto de la barba
ha molestado a los lampiños
que no saben qué hacer
y están los bigotudos
que no se quieren quedar atrás
y que han empezado
a dejarse crecer la barba
y juran que siempre han sido barbudos
como si uno no se diera cuenta.

Y los he visto paseando en bicicletas, 
en picnics tomando té y galletas,
paseando perros y jugando con gatos.
Los he visto temprano en las mañanas
de pie en sus baños
aceitando y peinando sus barbas.

Querido Walt, he visto el puente de Brooklyn al atardecer
lleno de niños con barbas largas como la tuya.
Y a veces pienso que fue a ellos
a quienes te dirigiste cuando escribiste
los versos de «Cruzando en el ferry de Brooklyn»
y que quizás esa vez tuviste una visión profética
y alcanzaste a verlos a todos ahí arriba
con sus barbas paseándose en el puente  de Brooklyn
que por cierto también era parte de la visión
ya que en esos días el puente tampoco existía. 
  





 Lunes de softball

Qué tristes eran aquellos cajeros bancarios  
que venían todos los lunes en la noche
a jugar softball a mi barrio.
Los recuerdo parados en el play 
con sus guantes y sus gorras y ansiosos
de que todo acabara para irse sudados
y con sus uniformes sucios a beber al colmado.  

A veces había público en las gradas   
pero generalmente estaban vacías
y yo era el único que seguía el juego
sentado en la pizarra de anotaciones.
  
Me pagaban por colocar las hojas
con los números pintados de blanco
en la pizarra negra.    
Cada vez que terminaba un inning
o hacían una carrera yo cambiaba la que estaba 
y colocaba una nueva. 

En una ocasión hice trampa
y le puse dos carreras de más
al equipo que perdía. 
Nadie se dio cuenta.
Los que ganaron celebraron.
Los que perdieron pagaron la cerveza.  

Y sentado ahí en la pizarra de anotaciones
los miraba con sus guantes y sus gorras
y con el nombre de su banco reluciendo
en la espalda del uniforme 
y me preguntaba si algunos de ellos
se había equivocado a propósito alguna vez
y le había devuelto dinero de más a un cliente 
pero entonces acababa el inning y yo colocaba otra hoja
y dejaba de pensar idioteces.    
  




  
En la Biblia no aparece  nadie fumando

Pero qué tal si Dios o los que escribieron la Biblia
se olvidaron de agregar los cigarros
y en realidad todas esas figuras bíblicas
se pasaban el día entero fumando
al igual que en los cincuenta  en que se podía fumar
en los aviones y  hasta en la  televisión
y  yo imagino a todos  esos gloriosos judíos
llevándose sus cigarrillos a  los labios
y expulsando el humo por las narices
en lo que  aguardan
por sus visiones o porque Dios les hable,
e imagino a David tocando el harpa
en un templo lleno de humo,
a Abraham fumando cigarro tras cigarro
antes de decidirse a matar a Isaac,
a María fumando antes de darle a José
la noticia de que está embarazada,
e incluso imagino a Jesús sacando un cigarro
de detrás de la oreja y fumando
para relajarse antes de dirigirse a las multitudes
reunidas en torno suyo.
Yo no soy un fumador.
Pero a veces me vienen ganas y fumo
como en este instante  en que miro la lluvia
caer tras la ventana
y me siento como Noé cuando esperaba
que pasara el diluvio y se la pasaba
de arriba a abajo por toda el arca
buscando donde había puesto
esa maldita cajetilla.
  





Los evangélicos te quieren quitar a tu novia

No me lo estoy inventando.
Los he visto mirar a tu novia en las plazas,
en los supermercados,
en los parques desde donde gritan con megáfonos.
En las aceras de las calles.
Los he visto entregarle papelitos
y volantes donde anuncian el fin del mundo.
Con un ojo miran la Biblia y con el otro su culo.
No te dejes engañar.
Préstales atención a todos esos papelitos que pasan.
Cada vez que le pasan uno a tu novia
es como si le dijeran un piropo.








Frank Báez es un poeta dominicano.  Su último libro es La Trilogía de los festivales