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miércoles, 6 de septiembre de 2017

María Eugenia Simionato






El camino que invento para mis pies
está justo en el borde de esta mesa
determinado por el tamaño de mi deseo:
si me obligo a escribir
la hoja se vuelve cada vez más blanca
si me obligo a un acto cualquiera
se ilumina el contorno contrario.
Me distraigo,
lavo la ropa acumulada,
y las manos, llenas de espuma,
las manos que obedecen.


***

Me despierto cerca de la hora del almuerzo.
Todavía no me acostumbro a este modo de ser yo
quien dirige el orden de la casa.
Tengo que atravesar mis pequeños olvidos,
para no incendiarme,
para no dejar el gas prendido, o culpar a los libros
de la duración del fuego.
El agua de los días se endurece. Y la silla es un objeto quieto.
Entonces es urgente navegar, de algún modo lo hago
al escribir, junto al mate y la música de fondo,
para que el agua no llene toda la noche,
para distraer a la oscuridad con el viento que hacen mis movimientos
hasta que avanzo un poco
y la veo cada vez más lejos.




Tenías mi edad cuando nací

Todavía recuerdo las palabras que me trajeron al mundo:
"Casi no te movías. Te gustaba esa oscuridad. Nunca te acomodaste del todo al ruido".
Casi no hablaba. Nunca sentí del todo mi voz.
Tenía un hueso sobresalido en cada hombro
y no podía dejar de tocarlos,
contemplar esas formas de la muerte
era un juego, tocar la dureza.
Me dabas un regalo
como el gato que te regala un ratón o un pájaro orgulloso.
Envuelta en tu pelo,
las ondas de tu pelo y el perfume, siempre tu perfume
el maquillaje intacto,
el sonido de los tacos, tu extraña presencia
llegando, sin ningún paisaje, sin nada del mundo
para contar.
Tenía sed, y me pasabas un espejo.
Era otro el vidrio, otro el continente,
pero daba lo mismo. Algo calmabas.
mi voz indefinida
hija de tu oscura y delicada carne.




Árbol

En el temblor de la raíz sobrevive
la verdad de una hoja
y en la última rama comienza
la ausencia del árbol.
Pero del árbol
sólo puedo sentir el hueco
por donde asoma la luz.




La noche crece como un río solitario

Voy a acomodarme
en el exacto espacio que separa
tu palabra de la mía.
La noche crece como un río solitario
y me pregunto:
¿Quién podría asegurar si no es tu ojo o el mío
el pez valiente saltando
al otro lado del insomnio?





María Eugenia Simionato es psicóloga y poeta. La noche crece como un río solitario, su primer libro de poesía, nació en un taller de escritura en 2014 con el poeta Diego Muzzio. Se editó en el 2015. Tuvo un blog hace unos años, que por ahora está cerrado. . En 2016 participó del IV festival internacional de poesía de Mendoza en el marco de la feria del libro, en el Le Parc. Y actualmente está por salir una reedición, (finales de 2017) por la editorial Sirga.