miércoles, 15 de marzo de 2017

German Arens





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En Facebook 
una chica que no conozco 
dice que en el mar hace frío. 
También que el mes de enero debería durar seis meses.

Carina, me cuenta que murió el hijo del rector,
que estaba por ir a velarlo y una tormenta 
fue la excusa perfecta para no salir.

Arturo, notifica la detención de una dirigente social. 
Agrega que no debe ser ninguna santa, 
pero que los ciudadanos, ante la situación actual, 
deberíamos  saber dividir los tantos 
y no permitir que un árbol nos tape el bosque.

Un amigo no puede  dormir…
Su novia no lo tiene en la cabeza.

Un poeta me ofrece su libro:
“Cada tribu tiene sus propios rituales para enfrentar el misterio…
 La nuestra, la de los poetas solitarios, no es una excepción.


 Cuando los poemas se guardan en un libro se vuelven definitivos,
nuestro  rito  es compartirlos.
No hacerlo puede provocar la furia de las musas y 
condenarnos al eterno silencio”. 





ll

Esperen a que nos lavemos las manos
y volvamos a encarnar…
Eso sí, por favor, hagan silencio
que las corvinas escuchan. 
Sino que se meta uno de ustedes en el agua.
Ahí se van a dar cuenta 
de la importancia que tienen las palabras, 
y por pocos, muy pocos segundos, 
podrán detectar los corazones 
de los peces enterrados en la arena.




lll

Habíamos dicho que si veíamos un peludo lo agarraríamos.
Era una noche extraña, extraña en todo el sentido de la palabra. 
Primero una bola naranja se deshizo en el cielo.
Minutos después, nuestras cañas se arquearon hasta lo imposible 
y cada uno de nosotros tuvo su gran bagre de mirada casi humana.
Como buscábamos pejerrey,  los devolvimos a la laguna
y cambiamos las líneas por líneas de flote.
Estábamos cada uno en lo suyo cuando mi hermano advirtió
que a nuestras espaldas decenas de vacas nos observaban.
Fue entonces que el aire cambió de frío a caliente y como una ofrenda 
de la noche apareció un peludo que nunca matamos.





lV

La casa es la última del pueblo.
Es roja como la sangre, sí, como la sangre.
Sólo Mario pudo haberle dado ese color.
Digo esto porque antes de esa casa hay muchas casas
y ninguna es roja como la sangre.
Desde las paredes a las puertas, es roja por todos lados.
Hasta los pisos son rojos en la última casa del pueblo.
Su patio linda con un monte de chañares
en el que un algarrobo es la excepción.
Desde que Mario no está en ella no vive nadie.
Por qué será nos preguntamos...
Si era Mario un hombre bueno, y todos, incluso aquellos 
que insisten en que tenía cierta tendencia a la ostentación,
creemos que no debiera ser motivo suficiente
para impedir su venta o alquiler.






V

Qué vamos a hacer con nosotros
me pregunté mientras mi dedo índice buscaba la letra Q.
Qué vamos a hacer los que van envejeciendo conmigo…
El que todas las noches mira hacia arriba
y si no hay cielo busca referencias en el techo.
Qué vamos a hacer con ese que se parece a un galpón 
donde se guardan desde un fardo a un arado de mancera,
desde un tambor de doscientos a un bidón de diez,
desde una bomba inyectora a un ropero que encierra un recado
por la sencilla razón de que a las ratas les gusta el cuero.
Qué vamos a hacer con el padre, con el lector, con el amigo...
Con el que te dijo que la calandria overa canta si hay luna llena.
Qué vamos a hacer con ellos y con tantos otros
que me acompañan como me acompañan los perros, las bardas
y hasta el eco de las palabras de los que vivieron mi tiempo.




German Arens. (Bahía Blanca, 1967). En una nave comandada por Enrique unos pocos hombres abandonamos la Tierra (Vox — Ediciones Cinosargo, 2012 y 2013), Siempre creí que los zombis eran los protagonistas de un subgénero del cine de terror clase B (Vox – 2013), Sin más compañía que una linterna (Borde Perdido Editora, 2014), Cagliero (El Ojo de mármol, 2015), Desiderio (Club Hem, 2015). ¡Oh, qué lugar más bello! (Barnacle, 2017), Mientras las vacas abrevaban cerquita (Hemisferio Derecho, próxima aparición).

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