Advertencia
Ya no esperes que un verso te impacte como si esperaras
la colisión de un asteroide en el centro exacto del planeta
no habrá palabras que colmen tu expectativa ni encontraré
artificios que te distraigan como una flor silenciosa y sabia
esperaré desde un jardín secreto entre los pastizales y el lento
y sigiloso movimiento de una enredadera pretenderé conocerte
del modo en que las plantas conocen haciéndome tierra y agua
e ignorando a las palabras en comunión con un viento
que te vuele hasta mí y arrastre el sinfín de causas y efectos
que querrás explicar y entender inútilmente mientras que yo
disfrazado de flor observe tu verdadero rostro que prescinde
de la ocultación del disimulo del pudor de los gestos y olvide
que existen verbos y adjetivos y otros inventos para decir o creer
que decimos algo importante y no es más que el delirante oficio
del engaño al que nos condenan la lengua los dientes y los labios
que mienten porque no pueden otra cosa en cambio si pudiera
convertirme en el jazmín o en la rosa y conocerte como las plantas
conocen silenciosas y sabias comprendiendo el sentido de una gota
de lluvia que recorre sus pétalos como una lágrima yo entendería
la razón de las lágrimas que caen de los ojos cuando nadie lo nota
y no necesitaría preguntar ni suponer lo que duele tanto o acaso
las flores no saben que cuando el cielo llueve tiene sus razones y
es que el llanto de un animal que muere lo acongoja y lo conmueve
como el canto de las sirenas al navegante de mares de otro tiempo
yo deseo que el viento errante te traiga hasta mí en la libertad
de este jardín secreto desde el que imagino ser una flor que aguarda
la intimidad de tu sorpresa al oír un nuevo verso que al fin te impacte
no como una novedad una aparición una oda una moda ni nada que pueda
cualquier lenguaje sino como un quiebre absoluto del destino el desafío
de volver a inventar la rueda y esperar juntos el comienzo de otro mundo
cuando un asteroide colisione en el centro exacto del planeta.
Al amor que vuelve
¡Azúcar!
¡rufián!
¡abejorro!
Dejame tranquilo.
Cuando digo que no amo
a esas muchachas que andan libres
con el corazón aventurado
en una causa de ocasión
cuando digo que no amo
a esos muchachos que andan libres
sostenidos por la fiebre
de un tambor en medianoche
cuando juro no amarlos
al ver sus cuerpos en la sombra
enroscados como boas
en un rincón del humedal
cuando digo que no deseo
bajo el sol de los veranos
verlos cargar sus mochilas
hacia el norte y hacia el sur
cuando el sudor reverbera
sobre sus pieles vivas
y pasan meses descargando el sexo en un rincón
cuando juro no desear
a esas muchachas que andan libres
el pensamiento impredecible
como un colibrí en vuelo
cuando juro no admirar
a esos muchachos que andan libres
con sus padres conservados
tan sólo en el semblante
cuando juro no admirarlos
con sus trajes de muchachos
insolentes vanidosos
destinados a la acción
cuando digo que no amo
la ferviente osadía
de muchachas y muchachos
que se dejan amar
cuando digo que no los amo
no los amo no los amo
y juro por mi madre
estar diciendo la verdad
miento.
Morirse niño
León ladra las naranjas huelen
a naranjas y yo creo que no hubiera
sido tan trágico
morirme niño.
Mis amigos
Mis amigos son las mentes
más brillantes de la generación
Locos todos locos
Capaces de detener una locomotora
para salvar a la oruga que puja
por convertirse en mariposa
Capaces de amar a un asesino
y halagarlo con semen y poesía
Capaces de guardar un secreto
durante años y años
burlarse de los cuerdos que sufren
de crisis nerviosas por conocer la verdad
Capaces de hacer la vista a un lado
cómplices de una cucaracha
que pretende huir sin que la maten
Capaces de colgarse guirnaldas de colores
y celebrar el luto de un gran amante
o de llorar a la intemperie
y enardecer con el fervor de una granada
en cualquier rincón de Buenos Aires
Capaces de viajar en el tiempo
hurgando los cajones del pasado familiar
hasta dar con el origen del tormento
Capaces de agitar el fuego fausto
que encienda la revolución
convencidos de que escribir es darle batalla
a los que andan muertos
por la vida.
Facundo D’Onofrio nació en Buenos Aires en 1990. Publicó La mujer que vino de Lorraine y Los relatos de Fermín, (Buenos Aires, Dunken, 2012) y Cada pliegue del cielo (Buenos Aires, El ojo del mármol, 2015). Participó en la antología El rayo verde, antología poética 2015. Dirige, junto a Juan Escolar, el ciclo de entrevistas Bestiario. Actualiza el blog facundiainfecunda.blogspot.com.ar. Algunos de sus poemas fueron traducidos al italiano.
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