jueves, 19 de enero de 2017

Reseña: Bajo, de María Emilia Merlo. Por Mauro Quesada




Bajo
María Emilia Merlo.
Editorial Gigante
48 páginas. 2015



¿Cómo hablar sobre el mundo que te rodea? ¿Cómo nombrar los elementos de ese mundo? ¿Cómo escribir poemas que den cuenta de eso y a la vez puedan ser emotivos y queden resonando? ¿Cómo escapar a los lugares comunes? Tal vez sean algunas de las preguntas que subyacen en Bajo, el primer poemario de María Emilia Merlo.
El mundo que aparece en este libro es un mundo supuestamente sencillo, palpable, cotidiano. Esta cuestión se puede observar en trazado geográfico que plantea: Rosario, Temperley, Pompeya, Avellaneda, La Matanza Constitución, el Bajo, entre otros. En estos lugares transcurren los poemas y además funcionan como una declaración de principios. Es el lugar donde está y donde quiere estar. El Bajo. Pero este Bajo sirve de escenario para montar este tejido poético.
Hay algunas referencias culturales o populares una generación a la que no pertenece la autora como ”Veranito San Juan” o “Lo que no tiene es remedio”. No se percibe como una burla sino como una suerte de apropiación de esos discursos para dialogar con otras generaciones. También se apropia de otros discursos muy ajenos a su acervo ideológico, en este caso sí para parodiar: “se va a llenar de negros/ chinos/ petisos”.
Se perciben varios estados de ánimo. Ansiedad: “Me gusta molestar al perro mientras duerme”; “Salgo a fumar/no puedo dormir”. Tristeza: “/me pongo a ver fotos de perros perdidos y hace frio”. Desconcierto: “No sé ni que día es”. Pero no hay drama innecesario ni euforia desmedida. Todos los poemas tienen el tono justo. Son creíbles. Le creemos a ese yo poético que anda por la vida haciendo y observando cosas excéntricas o extrañas: “Me puse a fumar en la bañera/ sí/ adentro/ acostada”; “encontré un papel con tu letra/ sin sentido/ dice cosas como/ gasoil/ y/ Antonio/ no lo conozco, no sé quién es”.
En este libro hay una disociación entre la realidad y el deseo. El yo poético casi siempre quiere estar en otro lugar o haciendo otra cosa: “ojalá estuviera en la cancha ahora”; “Si pudiera o pudiese”; “Tiré un peso al inodoro y apreté el botón y pedí estos deseos”; “Ya quise que alguien se quede para siempre”.  No son lamentos ni la queja de transitar esa vida y no otra vida sino las posibilidades o dimensiones que ofrece el mundo. Incluso también aparecen dudas que nos otorga varias opciones: “Joaquín compró un ramo de rosas o en realidad fue una sola”. En el fondo todas estos viajes imaginarios, al igual que la poesía como medio, sirven para finalmente contar la realidad: “Todo lo que no fuimos/ es eso que no va a ser.”


Mauro Quesada

No hay comentarios.:

Publicar un comentario