Los Contrarios.
Fernando Molle.
Zindo & Gafuri
48 páginas. 2015
Con libros como El despertador y el sordo (1995) y Del libro (2008), Fernando Molle, una de las voces más singulares de la poesía argentina contemporánea, va construyendo una obra potente donde lo formal y lo sonoro toman un papel preponderante. Pueden distinguirse ciertos patrones entre las formas que van variando de poema en poema, como estrofas de dos y tres versos o tramos de versos endecasílabos. En cuanto a lo sonoridad, se genera una música casi como un mantra. Escucharlo a Molle leer en vivo es una experiencia que deja en los oídos un ritmo repercutiendo durante largo rato.
Hay una relación con lo onírico, que deja en claro con epígrafe de Heráclito en el primer poema: “Los que duermen habitan mundos separados: los que están despiertos, el mismo”. Allí aparece esta percepción de lo extraño: “Despertamos en la casa. (…) La mujer desconocida tumbada a nuestro lado./ La niña soviética en su cuarto”. Lo referencial no es algo firme, sino un territorio inestable, de donde entra y sale todo el tiempo. En “En la vereda de enfrente”, por ejemplo, lo cotidiano y la geografía se fugan a través de su experimentación con el lenguaje y llegan hasta el absurdo: “Aquí nomás por el barrio,/ pasando la ligustrina,/ donde terminan las lajas.// Apenas traspasando/ el corredor nornoreste subdesértico/ de Kurbekistán”.
Los poemas dan la sensación de estar inacabados. Pero en realidad lo que sucede es que en algunos encontramos una circularidad: los versos del comienzo son los mismos que los del final. En otros, en cambio, hay una sensación de infinitud, como si el poema fuera un poema eterno y los que nos muestra es solo eso, un recorte entre dos puntos. Es una exploración de las posibilidades infinitas que nos ofrece el lenguaje. Esta idea se refuerza en algunos pasajes con los mínimos cambios que se producen de un verso a otro: “El que sabe/ El que no sabe// El que vio/ El que se vio// El que leyó/ El que lo leyó// El que sabe porque no lee/ el que sabe porque no leyó”. A partir de una cierta monotonía está tensionando el lenguaje y jugando con lo formal y lo semántico. Luego de leer Los Contrarios queda flotando la sensación de que hay siempre algo que se nos escapa, que no se agota en pocas lecturas, como si el libro nos esperara una y otra vez.
Mauro Quesada.
Bello libro que me lleva y trae por mundos extraños, por calles en círculos de infinitos donde todo parece estar distante y también cerca como una realidad que distorciona el enfoque de las certezas de las cosas.
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