lunes, 26 de febrero de 2018

Jameson Fitzpatrick



Escena matutina             

Frente a él en esta mesa otra vez
y a través de las ventanas la ciudad brillante, surrealista como una maqueta,

la ciudad en miniatura  — solo ella se mueve de una manera real, porque es real.
Una de las ventanas está abierta, alguna construcción en la calle

zumba como un vacío lejano. Hace calor para ser enero.           
Aun así, su departamento tiene esa calidad de ensueño

de sentirme como en casa aunque sé que no es así. Ya no es mío  —
pero, ¿cuántas personas pueden visitar el pasado sin dañar nada?

¿Volver y tomar el mismo café
de la misma taza que nunca está del todo limpia?

Morning scene

Opposite him at this table again
and through the windows the city glittering, surreal as a scale model,
               
the city in miniature — only it moves in a real way, because it is real.
One of the windows is open, some construction down on the street

drones like a distant vacuum. It’s warm for January.
Still, his apartment has that dreamlike quality

of feeling like home though I know it’s not. Not mine anymore — 
but how many people get to visit the past without hurting anything?

To come back and drink the same coffee
from the same never-quite-clean cup?



Ternura

Sí, estaba celoso cuando arrojaste el vaso.

Quería la ruptura contra el piso de paneles de madera para mí,
ser la repentina diáspora de sus piezas en el departamento, y anoche

cuando peleamos, yo quería tanto que me golpearas tanto que te supliqué.
Y el otro día pasando por Renewal-on-the-Bowery,
               
cuando uno de los hombres fumando inestablemente afuera
me llamó marica, pensé: bien. La gente consigue lo que se merece.

Entonces deseé ser más como Jesús, capaz de amar
a todas las personas y a todas las cosas siempre, capaz de nada

sino de amar. Desperdicio la mitad de mis deseos de esta manera,

deseando ser virtuoso. El resto, bueno,
no tengo que decírtelo, ¿verdad?


Tenderness


Yes, I was jealous when you threw the glass.

I wanted the shattering against the wood-paneled floor for myself,
to be the sudden diaspora of its pieces across the apartment — and last night

when we fought, I wanted you to hit me so badly I begged.
And the other day walking past Renewal-on-the-Bowery,

when one of the men smoking unsteadily outside
called me a faggot, I thought: Good. People get what they deserve.

Then I wished I were more like Jesus — capable of loving
all people and all things always, capable of nothing

but love. I waste half my wishes this way,

wishing to be virtuous. The rest, well,
I don’t have to tell you, do I?
  

Escena del balcón

¿Arriba — o afuera? —aquí:
un problema de preposición,

mi relación compleja
con el mundo. Ya sea que esté

por encima o por fuera. Del otro lado
de la puerta de vidrio trabada, un hombre

me ama. Se preocupa. Dice mi nombre.

                      •

Donde—por el arte—mil 
es de ventanas oscurecen

en una lenta sucesión. Sobre Essex
y Ludlow y Orchard.

Miles de veces buenas noches.



                      •

Un chico arrojando piedras a una ventana.
La ventana correcta, el chico equivocado.

                      •

El amor va hacia el amor —

Y el lugar de la muerte, allá abajo

agitando su pañuelo blanco —


Balcony Scene

Up — or out? — here:
a problem of preposition,

my uneasy relation
with the world. Whether I’m

above it or apart. On the other side
of the latched glass door, a man

loves me. Worries. Calls my name.

                     •

Where — for art — thou-
sands of windows go dark

in slow succession. On Essex
and Ludlow and Orchard.

A thousand times goodnight.


Traducción: Nerina Álvarez Durán - Mauro Quesada




Jameson Fitzpatrick es el autor de dos plaquetas: Morrisroe: Erasures (89plus / LUMA Publications, 2014) y Mr. & (Indolent Books, 2018). Vive en la ciudad de Nueva York, donde enseña escritura en la Universidad de Nueva York.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Paula Novoa







(tres actos y un soliloquio)


I

Un pájaro 
se posa
sobre una rama.

II

Un chico
amenaza a otro
con una botella rota.

III

Grito,
el pájaro vuela,
el chico corre,
el otro me abraza.

IV

A ninguno pude salvar.



No pisé el mar,
ni me metí en un lago,
ni la arena quemó las plantas de mis pies.

Este verano no visité el barrio chino,
ni recorrí kilómetros para verte.
No junté caracoles en un pañuelo,
ni me pelé la nariz con el sol.

Este verano, las piletas se vaciaron
como se vacía a un perro
para embalsamarlo
y dejarlo de adorno.
Ahí,
donde la tristeza
hace un hueco en mi ventana.



Mientras me hundo en la pavura
me mirás
con esos ojos de vaca
a metros del alambre.
Me hablás
de tus muertos
y de los ídolos que mataste
en la quema que hicimos
porque el basurero,
otra vez,

nos olvidó en su recorrido.



***



Hace falta parar a una mujer
y hablarle y pedirle vivir juntos

Cesare Pavese

Te hubiese invitado a vivir conmigo
desde la primera vez que te vi.
Cuando limpio mi casa imagino
que es porque vas a llegar
y tomaremos mate,
charlaremos de otros,
leeremos poemas
y tendremos sexo en el sillón.
Pero eso no pasará
porque te quiero para siempre.



La dragona herida
en el patio
bajo un ciruelo
piensa:
Hay que regar las plantas.
La tierra está seca.

Los perros no ladran,
no llega al charquito
para refrescar sus pies.
Se queda ahí, sedienta.

La dragona herida
en el patio
bajo un ciruelo
pregunta
¿Cómo es que
la soga
sostiene su ropa
todavía?






Paula Novoa nació el 8 de marzo de 1976 en San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires. Es profesora en Lengua, Literatura y Latín (I.S.F.D. N°45, Haedo) y Licenciada en Lengua y Literatura con orientación en análisis del discurso (UNLaM).

Publicó: El año que fui homeless, Cave Librum Editorial (2014) e Hija de mala madre, Cave Librum Editorial (2016).
Actualmente trabaja como profesora de Lengua y Literatura en escuelas secundarias del municipio de Moreno y en la Universidad Nacional del Oeste (Merlo). Los poemas aquí publicados forman parte de El paso de la babosa, un libro inédito.















miércoles, 14 de febrero de 2018

Jeymer Gamboa



(Foto: Viviana Porras)



EL DESPLAZAMIENTO CIRCUNSTANCIAL

Es difícil saber por qué estamos aquí.

El viaje al campo y sus consecuencias.

Ayer en el tren pensé en la palabra tempestad                  
mientras el sol naranja iluminaba las ventanas
y las sombras consecutivas de los árboles
hipnotizaban una parte áspera de nuestra mente.

El hombre gris en el mostrador del hotel
recorrió la lista de precios con una lupa.
Sábanas color crema, el llavero con el 17,
la televisión antigua y la ducha estrecha.

Al día siguiente, una balada en la radio
de la mujer que limpiaba las habitaciones.
El periódico, café solo y medialunas.

En la plaza del pueblo, los perros municipales
descansaban en las terrazas de los restaurantes
junto a los manteles blancos, las sombrillas
y los zapatos deportivos de los turistas.

Por la tarde, recorrimos calles angostas al azar.
El consuelo del peregrino que se entrega a la vista
de techos refulgentes, jardines selváticos
y muros despintados. Una cuesta hacia el santuario.

También entramos en las aulas vacías de una escuela:
los pupitres de madera y una fórmula en el pizarrón
me hicieron recordar los vínculos confusos
que intentamos sostener con fe redentora
en sitios donde la civilización se desintegra,
como ese barco oxidado en el canal del astillero
o las estaciones vacías donde ya no para el tren.

Después fuimos a la barranca del río:
las siluetas de los adolescentes
con sus bicicletas, litros de cerveza y cigarros.
El agua quieta y la luz plateada en el cielo.
Los colores pastel y el viento de otoño.
El aburrimiento y la predestinación.

Hoy por la mañana,
la extrañeza se extendió
con la neblina del puerto.

Por ejemplo,
la fachada del Instituto Argentino de Siderurgia,
la puerta robusta y metálica que se abre
y nosotros que salimos hacia la mañana fría
del barrio Somisa en San Nicolás
dispuestos a recorrer un campo de golf,
sembrado de torres de alta tensión
que se reflejaban en un arroyo sintético,
para llegar hasta las inmediaciones
de una fábrica con chimeneas humeantes
y mezclarnos por un rato, solo por un rato,
entre la masa de obreros, con sus chaquetas azules,
que subían y bajaban de los buses Litoral.
  


  
LA SONDA ESPACIAL VOYAGER 1 LLEGA A LOS CONFINES DEL SISTEMA SOLAR

Comienzos de julio. Tarde soleada de invierno.
La sonda Voyager 1 llegó al lindero
del sistema solar. Es lo más lejos que ha viajado
un artefacto hecho en la Tierra.
En las fotos parece un bicho metálico
que desciende hacia el fondo del mar.
La nave fue enviada al espacio hace 36 años
y se encuentra a 18.000 millones de km del sol,
y sigue alejándose. Es lo que leí hace un rato.

Ahora camino por la calle Llerena en Villa Urquiza
y salgo de mi ensimismamiento galáctico.
Todo está en calma.
Es un barrio de edificios bajos.
Circula el olor de las panaderías
y el rumor radiofónico de los talleres.
Los perros se asoman en las azoteas,
entre plantas y ropa tendida.
Los niños todavía están en la escuela,
adormecidos con la voz de los maestros.

Me dirijo hacia el jardín botánico
de la Facultad de Agronomía.
Abro la reja y entro. Ahí está el sol,
filtrado entre las cañas de bambú,
reflejándose en el agua estancada.
Una enredadera de flores amarillas
cubre el techo del invernadero.
Aquí hay un orden: carteles con el nombre
de plantas autóctonas y hortalizas alineadas.

Y aquí es donde los estudiantes
de Botánica Agrícola hacen sus prácticas:
observan fases de crecimiento y maduración,
examinan tallos y recogen muestras del suelo.

Ahora solo quedan dos jardineros
que caminan entre los senderos
con rastrillos, palas y regaderas.
Permanezco sentado en una banca
hasta que la luz se debilita, los árboles
se oscurecen y el aire se enfría.
Los hombres lavan sus herramientas en silencio.
Los insectos nocturnos tratan de hacerse oír.
Voyager 1 está cada vez más lejos,
llevándose los sonidos de la Tierra
grabados en un disco de oro.
Por más fotografías y apuntes que tome,
hay una experiencia en todo esto
que no sé precisar, que no puedo retener.
Un pájaro se acicala en la pila,
una gata está agazapada detrás de los matorrales.




VIAJES DE NEGOCIOS POR LA PROVINCIA

Semanas después, nos encontramos
en la terraza de una casa rodeada
por edificios de apartamentos.

La luz roja de una antena deformaba
una constelación cuyo nombre desconozco.

Una muchacha salió a fumar al balcón
y nos observaba desde las alturas
mientras sus pensamientos se volvían ceniza.

También son palabras los platos sobre la mesa
con carozos, escarbadientes, huesos y servilletas.

La forma irregular de las copas de los árboles.
y la forma cilíndrica de los tanques de agua.

Ese momento de la noche, un poco irreal y vaporosa,
en que uno tiene los ojos acuosos, las brasas están
apagándose y hay que rendir el último vaso de tinto.

Dos amigos hablan de aquella época
en que de niños acompañaban a sus padres
durante viajes de negocios por la provincia.

Uno viajaba para negociar con los proveedores
de su comercio de repuestos mecánicos.
El otro para vender maquinaria agrícola.

Mis amigos recuerdan los tiempos muertos de espera,
mientras sus padres cerraban un trato con un cliente.


Mariano dice que siempre se quedaba dentro
de la camioneta y le gustaba observar desde ahí
el paisaje o lo que estuviera pasando enfrente.

Franco dice que siempre llevaba su rifle de aire comprimido
y su padre les pedía permiso a los clientes
para que lo dejaran cazar cotorras en sus campos.

Debe haber una enseñanza en todo esto. Algo
sobre visiones de mundo, algún misterio cifrado
de la infancia o la soledad filial en los viajes de carretera.

Pero no hace falta decir nada y además no quiero
interrumpir su entusiasmo cuando hablan
de las características del rifle Mahely Senior,
también conocido como Reno, el clásico
que todo muchacho del interior tuvo alguna vez.




(Poemas publicados en El desplazamiento circunstancial, Editorial Arlekín, San José, Costa Rica, 2016)

Jeymer Gamboa nació en Santa Cruz de León Cortés (zona de Los Santos), al sur de San José, capital de Costa Rica. Actualmente reside en el barrio de Villa Crespo en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado los libros de poesía Días Ordinarios (2011, ed. Pre-textos), Nuestra película de las vacaciones (2014, ed. Liliputienses), El desplazamiento circunstancial (2015, ed. Arlekín), Un proyecto de futuro (2016, ed. Neutrinos) y la plaqueta La insistencia de la luz (2015, ed. Neutrinos). Ha sido incluido en las antologías Una temporada en el Centro. Panorama actual de la poesía en Costa Rica (2013, ed. Amargord), 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI  (2014, ed. Municipal de Rosario) y 9 poetas que le temen a los payasos (ed. Mamacita, 2015).



miércoles, 7 de febrero de 2018

Diego García





[De: Una cuestión de diseño, inédito]

(cordero dopado security co.)

el guardia de seguridad tiene una camisa vieja
y sueña con jugar para los corderos dopados.
imprimir las etiquetas interiores con las
anécdotas especiales para que todos amen
su prontuario en cada disertación de cada
cena ejecutiva cada teatro con fuegos chinos
rematados después de la revolución.
carreteras por donde los corderos
cruzan y el dopaje hace su efecto en los otros
como maniquíes completando la escena.
otra toma: el sujeto del saco rodeado de figuras
que no hablan más que para pronunciar
“el éxito de su sintaxis me conmueve señor” así
unidos sin saberlo por lo que se pierde en
el aire frito del lugar. ese mundo que nos toca
ventilar pero que cuesta tanto
cuando nadie quiere salir por las buenas



(usos y costumbres del saco)

cuando se habla de masa lo saturado
no es el conglomerado humano sino
los pensamientos idénticos la absorción
gratuita de un discurso como identidad
con camuflaje de “educación”. te recomiendo
leer ensayo sobre un saco verde. hay un tipo
muy simpático que come y otro que observa
perdido en un bombardeo. la
hedukazion. la
lektura ase bien.
hay un tipo simpático que
conversa con una mujer
a medias. no sos nadie
si no leíste el último del
psicopanelista
......
somos un millón de lectores
alistados detrás de toda lista



(séptima toma)

mastica con el estilo de un verdadero
creyente. pienso en el libro de hoffer
otra vez. bien podría limpiar los pisos
su frustración estándar para que el
carro siga su marcha. se incrusta el
código androide de las noticias: varios
elementos del orden público. elementos.
nopolicías. tipeo de un ojo aleatorio
sin lugar a sospechas. sobresale
de su saco un tejido nohumano.
nada trágico. el sol te da en la cara
al bajar del colectivo. todo encastra
y las cuestiones de estilo se entuban
en una masa obediente


***

[De: (Fotografías), inédito]

(bee gees’s fash-)

NY 1984.
en un artículo leo que
feminizaron la moda masculina
con un toque de glam rock
spray para el pelo – giros de disco – pista
de baile. seguramente
la resistencia de esos conceptos
-palabras en placas aislantes-
haya sido dura y
nada definitiva. da asco
esa defensa de un patrón A y B:
gobierna por descargas eléctricas
tu peinado de basura militar



(Fotografía #6) Una taza dentro de una película


ya estamos del otro lado de las primeras imágenes.
lo que se esperaba no era sino un plano enfocado
con la delicadeza de un arte
más o menos conocido. nada de esto.
hace unos días vi una película en la cual la chica
dejaba al descubierto ciertos espacios
fuera del juego trillado de actuar
según una educación sentimental glamorosa. ella
anteponía a todo discurso
algo que no consentía lo esperable. y entonces
todo era corrido hacia un estado demasiado valioso:
encontrarse en esos pormenores
en los que nada hay que cumplir más que lo natural
de pasar por lo humano sin exponerlo
al óxido que dejan las ficciones
cada vez que sacamos un crédito en ellas.
ya estamos lejos. la taza nada especial y sus personajes
no nos deben explicaciones.
posiblemente el tiempo les dé la razón



Creo que ese es Chuck Berry

varios pósters y ahí creo verlo:
gibson roja
congelando un invento
que ni los tanques
de las buenas familias
pudieron arrollar

salgo bajo una llovizna breve
y miro lo bien que sale
esa coreografía
de la que no somos parte






Diego L. García nació en Berazategui, Buenos Aires, en 1983. Es Profesor en Letras. Escribe crítica y poesía. Sus últimas publicaciones son: Esa trampa de ver (Añosluz editora, 2016) y Una voz hervida (Jámpster ediciones, 2017).