miércoles, 14 de febrero de 2018

Jeymer Gamboa



(Foto: Viviana Porras)



EL DESPLAZAMIENTO CIRCUNSTANCIAL

Es difícil saber por qué estamos aquí.

El viaje al campo y sus consecuencias.

Ayer en el tren pensé en la palabra tempestad                  
mientras el sol naranja iluminaba las ventanas
y las sombras consecutivas de los árboles
hipnotizaban una parte áspera de nuestra mente.

El hombre gris en el mostrador del hotel
recorrió la lista de precios con una lupa.
Sábanas color crema, el llavero con el 17,
la televisión antigua y la ducha estrecha.

Al día siguiente, una balada en la radio
de la mujer que limpiaba las habitaciones.
El periódico, café solo y medialunas.

En la plaza del pueblo, los perros municipales
descansaban en las terrazas de los restaurantes
junto a los manteles blancos, las sombrillas
y los zapatos deportivos de los turistas.

Por la tarde, recorrimos calles angostas al azar.
El consuelo del peregrino que se entrega a la vista
de techos refulgentes, jardines selváticos
y muros despintados. Una cuesta hacia el santuario.

También entramos en las aulas vacías de una escuela:
los pupitres de madera y una fórmula en el pizarrón
me hicieron recordar los vínculos confusos
que intentamos sostener con fe redentora
en sitios donde la civilización se desintegra,
como ese barco oxidado en el canal del astillero
o las estaciones vacías donde ya no para el tren.

Después fuimos a la barranca del río:
las siluetas de los adolescentes
con sus bicicletas, litros de cerveza y cigarros.
El agua quieta y la luz plateada en el cielo.
Los colores pastel y el viento de otoño.
El aburrimiento y la predestinación.

Hoy por la mañana,
la extrañeza se extendió
con la neblina del puerto.

Por ejemplo,
la fachada del Instituto Argentino de Siderurgia,
la puerta robusta y metálica que se abre
y nosotros que salimos hacia la mañana fría
del barrio Somisa en San Nicolás
dispuestos a recorrer un campo de golf,
sembrado de torres de alta tensión
que se reflejaban en un arroyo sintético,
para llegar hasta las inmediaciones
de una fábrica con chimeneas humeantes
y mezclarnos por un rato, solo por un rato,
entre la masa de obreros, con sus chaquetas azules,
que subían y bajaban de los buses Litoral.
  


  
LA SONDA ESPACIAL VOYAGER 1 LLEGA A LOS CONFINES DEL SISTEMA SOLAR

Comienzos de julio. Tarde soleada de invierno.
La sonda Voyager 1 llegó al lindero
del sistema solar. Es lo más lejos que ha viajado
un artefacto hecho en la Tierra.
En las fotos parece un bicho metálico
que desciende hacia el fondo del mar.
La nave fue enviada al espacio hace 36 años
y se encuentra a 18.000 millones de km del sol,
y sigue alejándose. Es lo que leí hace un rato.

Ahora camino por la calle Llerena en Villa Urquiza
y salgo de mi ensimismamiento galáctico.
Todo está en calma.
Es un barrio de edificios bajos.
Circula el olor de las panaderías
y el rumor radiofónico de los talleres.
Los perros se asoman en las azoteas,
entre plantas y ropa tendida.
Los niños todavía están en la escuela,
adormecidos con la voz de los maestros.

Me dirijo hacia el jardín botánico
de la Facultad de Agronomía.
Abro la reja y entro. Ahí está el sol,
filtrado entre las cañas de bambú,
reflejándose en el agua estancada.
Una enredadera de flores amarillas
cubre el techo del invernadero.
Aquí hay un orden: carteles con el nombre
de plantas autóctonas y hortalizas alineadas.

Y aquí es donde los estudiantes
de Botánica Agrícola hacen sus prácticas:
observan fases de crecimiento y maduración,
examinan tallos y recogen muestras del suelo.

Ahora solo quedan dos jardineros
que caminan entre los senderos
con rastrillos, palas y regaderas.
Permanezco sentado en una banca
hasta que la luz se debilita, los árboles
se oscurecen y el aire se enfría.
Los hombres lavan sus herramientas en silencio.
Los insectos nocturnos tratan de hacerse oír.
Voyager 1 está cada vez más lejos,
llevándose los sonidos de la Tierra
grabados en un disco de oro.
Por más fotografías y apuntes que tome,
hay una experiencia en todo esto
que no sé precisar, que no puedo retener.
Un pájaro se acicala en la pila,
una gata está agazapada detrás de los matorrales.




VIAJES DE NEGOCIOS POR LA PROVINCIA

Semanas después, nos encontramos
en la terraza de una casa rodeada
por edificios de apartamentos.

La luz roja de una antena deformaba
una constelación cuyo nombre desconozco.

Una muchacha salió a fumar al balcón
y nos observaba desde las alturas
mientras sus pensamientos se volvían ceniza.

También son palabras los platos sobre la mesa
con carozos, escarbadientes, huesos y servilletas.

La forma irregular de las copas de los árboles.
y la forma cilíndrica de los tanques de agua.

Ese momento de la noche, un poco irreal y vaporosa,
en que uno tiene los ojos acuosos, las brasas están
apagándose y hay que rendir el último vaso de tinto.

Dos amigos hablan de aquella época
en que de niños acompañaban a sus padres
durante viajes de negocios por la provincia.

Uno viajaba para negociar con los proveedores
de su comercio de repuestos mecánicos.
El otro para vender maquinaria agrícola.

Mis amigos recuerdan los tiempos muertos de espera,
mientras sus padres cerraban un trato con un cliente.


Mariano dice que siempre se quedaba dentro
de la camioneta y le gustaba observar desde ahí
el paisaje o lo que estuviera pasando enfrente.

Franco dice que siempre llevaba su rifle de aire comprimido
y su padre les pedía permiso a los clientes
para que lo dejaran cazar cotorras en sus campos.

Debe haber una enseñanza en todo esto. Algo
sobre visiones de mundo, algún misterio cifrado
de la infancia o la soledad filial en los viajes de carretera.

Pero no hace falta decir nada y además no quiero
interrumpir su entusiasmo cuando hablan
de las características del rifle Mahely Senior,
también conocido como Reno, el clásico
que todo muchacho del interior tuvo alguna vez.




(Poemas publicados en El desplazamiento circunstancial, Editorial Arlekín, San José, Costa Rica, 2016)

Jeymer Gamboa nació en Santa Cruz de León Cortés (zona de Los Santos), al sur de San José, capital de Costa Rica. Actualmente reside en el barrio de Villa Crespo en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado los libros de poesía Días Ordinarios (2011, ed. Pre-textos), Nuestra película de las vacaciones (2014, ed. Liliputienses), El desplazamiento circunstancial (2015, ed. Arlekín), Un proyecto de futuro (2016, ed. Neutrinos) y la plaqueta La insistencia de la luz (2015, ed. Neutrinos). Ha sido incluido en las antologías Una temporada en el Centro. Panorama actual de la poesía en Costa Rica (2013, ed. Amargord), 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI  (2014, ed. Municipal de Rosario) y 9 poetas que le temen a los payasos (ed. Mamacita, 2015).



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