miércoles, 16 de enero de 2019

Joseph Stroud


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El mago


Cruzando la quebrada desde el molino hay un terreno
donde los gitanos dejan el burro atado al árbol. A veces
atravieso el río, le llevo una manzana, y se la ofrezco
como una piedra preciosa. Él la contempla, luego toma mi mano
entera entre los labios de gamuza, y no sé cómo
pero cuando levanta la cabeza la fruta ya no está.


The Magician


Across the ravine from the mill house there’s a grassy patch
where gypsies keep a donkey tied to a tree.  Sometimes
I’ll cross the stream and bring him an apple, holding it out
like a rare jewel.  He’ll contemplate it, then take my whole
hand into his lips as soft as suede, and I can’t tell how he
does it, but when his head lifts back, the apple has disappeared.




Noche de día


La noche no quiere terminar, nunca quiere entregarse
a la luz. Así que se esconde en las cosas: cuervos, obsidiana.
Hasta en el solsticio de verano, día en que la luz tiene
su gran triunfo, donde campos de girasoles devoran el sol:
partimos la sandía y escupimos
semillas negras, pedazos de noche que relucen en el pasto.



Night in Day


The night never wants to end, to give itself over
to light.  So it traps itself in things: obsidian, crows.
Even on summer solstice, the day of light’s great
triumph, where fields of sunflowers guzzle in the sun —
we break open the watermelon and spit out
black seeds, bits of night glistening on the grass.




Los disturbios recurrentes del verano


Finales de primavera y las capuchinas se portan bien,
las hojas apenas salen de las macetas. Pero sé que falta poco –
esta mañana noté que el primer brote se asomaba, vacilante,
hacia la luz que inunda el jardín, y veo cómo las cabezas luminosas
susurran entre las hojas – pronto van a salir disparadas, pronto
los tallos van a escapar por la terraza, en enjambre, yéndose para la luz. 



Every Summer the Riots


Late spring and the nasturtiums are behaving themselves, just poking
their leaves over the flower box.  But I know it won’t be long now —
this morning I noticed the first tentative shoot peering out
to where sunlight floods the garden, and I can see the jeweled heads
whispering in the leaves — soon they’ll make a break for it, soon
the tendrils will bolt across the deck, swarming toward light.




Perdido


El ciervo se da vuelta y sigue tranquilamente
cuesta arriba sin mirar siquiera 
hacia donde estoy yo, donde empiezo a cruzar
un campo nevado dentro de mi cuerpo y me pierdo
mientras una ceniza blanca cae del cielo y tapa mis huellas
y no hay cómo encontrar el camino de vuelta.


Lost


The deer turns his head away from me and casually
continues along the ridge not even glancing back
to where I stand, to where I begin to walk across
a field of snow inside my body and lose myself
as a white ash drifts from the sky filling my tracks 
and there is no way to find my way back.




La traducción difícil del amor


Pasados cinco años de matrimonio,
pensó que su corazón había logrado traducirlo.
Pero fue como esa noche en el Ciclo de Cine Extranjero
cuando de pronto en mitad de una película
los subtítulos cambiaron a doblaje
y por un instante pensó que entendía rumano.


Love’s More Difficult Translation


About five years into the marriage
he thought his heart had finally translated it.
But it was like that night at the Foreign Film Festival
halfway through a movie when suddenly
it switched from subtitles to dubbed English
& for an instant he thought he understood Romanian.




Canción de divorcio


Amargo el calor del sol, amargos el sabor a manzana,
la canción, las estrellas y los campos de trigo, amargos el recuerdo,
la luna, la superficie del lago a la mañana con su resplandor
como de perla, amargos la garganta del colibrí
y el polen dorado, todos los poemas y su música, maderas
de arpa y sándalo, amargos, sábanas de seda, fuego, el matrimonio.



The Song of Divorce


Bitter the warmth of sunlight, and bitter the taste of apple,
the song and the stars and wheat fields, bitter the memory,
moonlight, the shine of the lake’s surface in morning
like a sheen of pearl, bitter the hummingbird’s throat
and gold pollen, all poems and their music, harp wood
and sandalwood, bitter, silk sheets, fire, the marriage.


(De Suite for the common).


Traducción: Shira Rubenstein, bajo el cuidado de Laura Wittner.


Joseph Stroud es autor de cinco libros de poesía: In the Sleep of Rivers (Capra Press,1974), Signatures (BOA Editions, 1982), Below Cold Mountain (Copper Canyon Press,1998), Country of Light (Copper Canyon Press, 2004) y Of This World, New & Selected Poems (Copper Canyon Press, 2009). Ha recibido numerosos premios y honores a lo largo de su carrera literaria. Actualmente divide su tiempo entre una casa en Santa Cruz en la costa de California, una cabaña en la Sierra Nevada y un pequeño estudio en los cerros de Jalisco, México. 

lunes, 7 de enero de 2019

María Eugenia López






El siberiano se ve que agarró a Caliel a través de las rejas, saltó y lo atrapó a través de los fierros, y yo supongo que se lo fue llevando apretado entre los dientes. ¿Habrá tenido conciencia el pequeño de que se le rompía dentro? Digo, ¿habrá sentido, habrá, en medio del desconcierto, de la sorpresa del pánico, habrá tenido conciencia de que lo estaban matando, de que no iba a zafarse, que se le quebraban las partes que lo mantenían vivo? Yo supongo, no sé, deseo que, cuando llegué corriendo, haya sentido mi presencia y calmado su miedo, haya aflojado sus músculos porque sintió mis brazos, y que no haya sido sólo porque se estaba muriendo.

(de Para una historia de los alimentos, Zindo&Gafuri, 2018)

***

Los pies y las uñas de Jesús con sus dedos perfectitos. Esas uñas coloreadas. Pasa un dedo por el muro discontinuo de Tijuana. No es el muro de Tijuana. Pasa de acá para allá una uña para la pedicuría. Cristo, mi señor, qué son esas polleras. En la arena, al correr contra la reja, se te enredan las sandalias. El pie fecundo está rascándose a capela en el borde de la playa. A capela cruzan los albatros la frontera. Hay aves que se cagan de ambos lados. Unos tacos te vendrían bien, señor. Siendo el hijo menor, el bebé de papá, te vendrían bien unas carteras. La gula también es hambre y viajar en la cajuela, Jesús, eso es apostasía. Tres helicópteros como péndulos, Cristito, te señalaron el rosario entre los pliegues. El mar muerto de cada día. El coche parecía un estadio de béisbol. ¿Has pescado tus propios peces? Qué tristeza te daría. No cambiás el nombre y el estado de las cosas. Querías entrar por el arco en cebra pero metiste las uñitas por entre las rejas. Al comienzo te tragó el agua y al salir devolviste los coyuyos al océano. Lo primero que pasaste para ese lado del cuerpo fue la baba. Un disparo impreciso de saliva. Lo más peligroso que te ocurrió, hijito, fue que a la patrulla la chocaran. La amenaza, sangre de mi sangre, de la doble penetración con la lengua.

(de Carlinga, Club Hem, 2016)

***

Qué dirías si te digo que me robaron el perro. Como si pudiera ser robado. Como si te fueras y al volver sólo quedaran sus cosas. Y al dar vueltas por el barrio lo ves atado a lo lejos, bajo el árbol de otra casa, y nadie te explica nada. Y el perro mira a la distancia.

(de Antepecho, inédito)

***

Mary Ann Nichols

No tengas miedo por lo que vas a padecer.
Apocalipsis 2, 10

No quiere abandonar su puesto. Dejar a sus amigas en la noche. Una la peina otra la viste. Con una de ellas habla siempre susurrando. No quiere dejar su puesto abandonar no quiere. Si no vuelve en la mañana quién besará a su amiga.
*
La niebla se va a abrir en un sendero hacia mis brazos. No toques el suelo, ni los charcos, ni las plantas. No mires el cielo. Vení.
*
Las luces de las velas iluminan cada gota de una lluvia que no cae, que flota, que se eleva. Ellas se respiran toda el agua.
*
Soy un sujeto dividido. Un conjunto de partes de algo grande. La mano se mueve como un río. Es más una caricia que rompientes. Pero igual carcome. Igual empuja. Vení.
*
La saliva cambia de sabor con el orgasmo y se apropia las esencias de las pieles. Sus cuerpos vaporizan lo volátil. Son de la familia de labiadas, umbilíferas, rutáceas.
*
Mi río arrastra lento por debajo y con rapidez arriba. Mi mano carga miles de pedazos que se mueven hacia el mismo lado. Que rompen las mismas cosas. Vení.
*
Detrás de las esquinas, en los baños, debajo de las mesas. Todas las lenguas se entienden en la cama. Todos los labios unen.
*
Mis ojos son como llama de fuego. Mi furia es grande. Mi cara brilla como el sol cuando se está poniendo. Vení.
*
Ella se arrima el arma al cuerpo posa el cuerpo en el cuchillo. La luz roja ilumina sus pechos. Le llena el abdomen. Como cuando el vino se vuelca en un recipiente redondo y suave.
*
Hay una laceración leve en la lengua. No marcas de manos en el cuello. Hay leves huellas de lenguas en el cuello, heridas en las manos. Hay definitivamente algo en la lengua.
*
No hay marcas en el cuerpo, en el pecho o en la ropa. No hay manchas no hay huellas en el cuerpo. La sangre sólo va por dentro y cuando sale es limpia.
*
En el Little Ilford hay una placa, pero ninguna cruz rosa. No hay cruces para los suicidas.


(de Arena, Limón Partido, 2009; Malisia, 2018)



María Eugenia López (La Plata, 1977). Publiqué Bonkei (La Plata, 2004; Sâo Paulo, 2014), Sybille Schmitz (plaquette, Santiago de Chile, 2007), Arena (México, 2009; La Plata, 2018), Jirones de París (Barcelona, 2014), Carlinga (La Plata, 2016), Para una historia de los alimentos (Buenos Aires, 2018) y en diversas antologías, revistas y sitios web.