lunes, 12 de noviembre de 2018

María Folatelli






Tarde de lluvia

Saco los baldes para recoger                                                
la lluvia y su sonido.
El intento de reparar los daños
de los últimos meses
ajustando la medida de las filtraciones                                
hasta que la partitura sea
aquella misma música
que conocí en la infancia.
El firme taconeo de las gotas
al impactar sobre el plástico
y ese trueno ocasional
que irrumpe como el grito
inesperado de los muertos
que nombran otra vez las cosas
que ya di por extraviadas
y es necesario
volver a escuchar.
Y esto porque hay alivio en saber
que todo lo que la lluvia toca
más tarde o más temprano
se evapora con el aire.
                                                                                             
  


Todos los ojos de mi familia
están puestos sobre mi vida amorosa

Cuando condimento la ensalada
papá observa la fuerza
con la que giro el pimentero
y se aflige.
Pensará que soy una de esas
mujeres cuyos dedos necesitan quitarle valor a las cosas.
Pensará que el desencanto
de unas manos rudas solo quitan mi propio valor.
Cada vez que le cuento
a mi hermana de un nuevo moretón
que me salió en el brazo
agacha la cabeza.
Pensará que soy una de esas
mujeres cuya piel necesita dar opacidad a las cosas.
Pensará que el propio
cuidado del cuerpo es lo que podría darme más luz.
Si me sirvo una copa de vino
un martes a la noche y después
otra copa más, entre ellos
hacen muecas.
Pensarán que soy una de esas
mujeres cuya sed necesita teñir de rojo las cosas.
Pensarán que esa no es manera
de pedirle al corazón que mantenga su entereza.
  



Pedir la muerte

Cómo hablar de las veces que recé y pedí
que mamá muriera. La tarde
que se desvaneció en el baño
y con papá la recostamos
en la cama
con la colostomía abierta
y el líquido oscuro
de su abdomen chorreando
por la piel. Los nervios
de los tres tensados
por el estupor y la falta
de orientación.
O cuando la sangre bullía
por dentro, mamá arañaba
las sábanas entre espasmos. Nosotras
maniobrando con qué aplomo
la jeringa de morfina
regresándola
al amparo temporal del sueño.
Esos días corrían
como una hemorragia incontenible.
Mentiría si dijera que no tenía ganas de llorar.
Mentiría si dijera que no lloraba.
Su cuarto era un templo, un perfume
de otro mundo inundaba el aire
de un relente veraniego.
Hasta era dulce, casi. 
Sentados en círculo a su alrededor
apenas si atinábamos
a despejarle el pelo, acariciarla.
Musitábamos algo parecido
a confesiones de despedida,
cuando mamá cantó con una voz heroica
su propio rezo. Así fue.
  



No tengo un corazón tranquilo

No tengo un corazón tranquilo
claquete clac, retumba
todo el tiempo, todo el tiempo.
Los vecinos no pueden dormir
y me gritan desde sus ventanas:
intentá llenarlo con tierra, nena,
o con gres; que algo fértil cubra
las cosas que andan sueltas.
No, dice otro. Probá con plomo.
Podés sostener a cualquiera
con un corazón de plomo.
Basta, responde mamá.
Su oído presionado contra mi pecho,
contando el pulso como una contracción.
Llenalo con agua salada, para que sólo
aquellos que sepan nadar puedan quedarse.
Despego su cabeza de mi cuerpo
y como nunca hice mientras vivía
le hago caso.
  



Hábitat

Por la noche,
en algún lugar del jardín
pequeñas vidas zumban y zumban.
Las mandarinas caen, estallan
y exponen su interior maduro
de semillas agrias y aroma dulce.
La humedad se adhiere a las hojas,
una lluvia pesada pulveriza la tierra, 
induce a las plantas a brotar
entre las grietas de las paredes rotas.
El vapor envuelve la existencia
hasta en sus rincones más oscuros.
Oculta de la urbanidad,
en algún lugar secreto y cálido,
otra vida crece indescriptible.
Como una ciudad pero a la inversa.
  


  
A eso me refiero

A Lau Wittner

Te sorprende la altura
que va alcanzando tu hijo
a una velocidad de autopista
el sigilo con el que tu niña
maniobra su mundo dentro del mundo.
Todavía es pronto para hablar de esto
pero ya podés ver cómo las cosas
van tomando posición al lado tuyo.
No estás del todo desprotegida.
Ahí donde implosiona tu grito
en ese balcón de tempestades
se oxigena la quietud
de las situaciones mínimas:
el nido de una paloma, una ventisca
esa nebulosa que ya no está
al cerrar y abrir los ojos.
Si bien es cierto que el piso puede ceder
en cualquier momento del día
también es natural que se acomode
lo que en verdad importa.
Por tu mesa circulan las palabras más lindas
ellas dan forma a una fuerza invisible
de protección; a eso me refiero.

  

  
Suficientemente hermoso

Mientras caminábamos por esa cuadra
bordeada de casitas blancas
hechas de piedra,
apiladas como fotos viejas
pegadas una junto a la otra en un álbum,
nos preguntábamos qué era lo que las mantenía unidas.

Qué era lo que nos mantenía unidos,
en el medio de la noche,
cuando nos acostamos uno al lado del otro
como piedras,
como fotos viejas.

Cuando bajamos en puntitas de pie
por esa cuadra empinada,
nos olvidamos de mirar hacia la luna porque las casas,
bajo los postes de luz,
eran lo suficientemente lindas.

Mientras inhalabas y exhalabas en tu sueño eterno,
me quedé despierta
y construí una casa temporal
en tus brazos.
La ventana del cuarto daba
a los pinos brillantes del bosque,
pero olvidé mirar hacia allá;
vos eras lo suficientemente hermoso.




María Folatelli. Me dicen Maru. Nací el 7 de mayo de 1988. Soy lectora apasionada y dependiente emocional de la buena música. Escribo cuando puedo y como puedo. Hace varios años asisto al taller de poesía con Laura Wittner (único taller que pude sostener a lo largo del tiempo y al que le debo mucho de mi escritura y de tantas ventanas que se fueron abriendo y me hacen muy feliz). Tengo un librito bajo el titulo provisorio de “Tembladeral” que algún día, ojalá, va a ser publicado. 

4 comentarios:

  1. Me encantó leer estos poemas.Interesante la descripción que hacés de las cosas cotidianas. el de la lluvia también me transportó a la infancia, ya que también a mi me gustaba escuchar las gotas e invertarme historias.
    Felicitaciones y éxitos!1
    Carmen / mamá de Lucre y Lupi)

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  2. Me salvaste el dia, sos una poeta hermosa, te leía y pensaba que lo que más me gusta en la vida es la poesía. Gracias

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  3. Hola! me encantaron tus poesías, realice una serie de pinturas en mi propuesta personal para un taller, sobre la poesía No tengo un corazón tranquilo, realmente conmovedor! Gracias

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