0291 – 47815
suena
el teléfono en casa
de
mi infancia, hilvana
silencio
y tono al pasear.
el
elefante con el billete enroscado
de
su trompa diezmil australes unos angelitos
con
ribetes dorados, las fotografías
sobre
el aparador los ácaros del polvo doméstico
la
mesa y el mantel con motivos frutales.
la
voz de mi padre tantas veces
confundida
con la mía dice: usted
se
ha comunicado con la familia 0291-47815
en
este momento no podemos atenderte
deje
su mensaje después de la señal.
la
cinta congela la voz muerta
a
medida que avanza mi otra voz
que
no alcanza al niño sobre los hombros
de
un extraño aplaudido en una playa
del
sur de buenos aires
y
cuelga.
electricidad
el
amanecer es un balcón
con
budines y jugo de naranjas
sentada
en pijama
llena
de buenos deseos
la
boca de ella
muerde
una tostada
con
queso crema
y
dulce de frutilla.
ríe
a carcajadas
ahí
el amor se cumple
crea
nostalgia, sucede
estalla:
quiero ser buena persona
diáfano,
etéreo para siempre
viajar
de su mano
no
importa si es
a
un supermercado o a la peluquería
en
esa molécula de tiempo
va
la existencia
más
inocente.
serás feliz
debajo de una
sombrilla, los pies juegan
con la arena seca.
una fruta tropical
en la mano, y a
través de unas gafas negras
el mar traga la
tierra confinando playa:
linda postal de
verano. debo
pensarme feliz,
para llegar a esta costa
debo ser feliz: la
chica de al lado es feliz
boca abajo toma
sol y cada tanto
se para, entra al
mar y sale a seguir dorando
su piel; el chico
de gorra verde y su perro
que lanzado el
frisbee, corre a atraparlo
la señora de malla
entera que junta caracoles
en un baldecito y
el señor del tejo
tomando un mate,
son felices; en fin:
el sol la
sombrilla la arena el horizonte la fruta tropical
el mar y su
versatilidad, ante mis ojos. si ahora
soy fotografiado,
quién diría que en la imagen
hay un mínimo de
desgracia; mi mujer me ama y está feliz
de estar aquí, en
el paraíso, como me dijo esta mañana
cuando frente al
espejo miraba al cuarto del hotel, a mi cuerpo
en traje de baño,
y tarareaba en portugués. sí, ahora
soy fotografiado, así
desvestido, debo al menos sonreír
simular una pose o
hacer una mueca.
por el horizonte,
un crucero:
habrá alguien a bordo
con ganas de llorar
disfrazado a la
fuerza y tomado
por la cintura en
un trencito
en medio de un
carnaval carioca?
bordeo la costa
con piel de gallina
disfrutando las
sobras, como aprendí.
lapso
vacío
el departamento devuelve
la
imagen ya vista aunque olvidada
el
periodo llamado alquilar
iniciaba:
mis cosas y las tuyas
un
incipiente nosotros a llenar
de
otra vida y así pasan los años
ahora,
nuestras cosas todas en cajas
esperan
abajo dentro de un flete
es
el momento de la última mirada
sin
sentido al solo efecto de desconocer
la
locación: su verdadera identidad
paradojal,
es ahí donde nos abrazamos
con
una fuerza que nace propia
un
mismo hormigueo en el cuerpo
es
la telepatía y sinceridad
rodeada
de paredes blancas
y
espacio disponible.
mudanza
el presente es
todo el humo que soltaste:
la cabeza apoyada
en mi hombro
y el suspiro
final; te paso un mate
lo tomás lavado,
me mirás y sonreís
te miro sonrío,
por el retrovisor amanece
es una manera de
creer en los días.
llevás las piernas
al pecho como una nena
descalza, tus pies
juegan en la felpa
del asiento; te
vuelvo a ver acurrucada
frente al mar
pasabas arena
de mano en mano,
hermosa
no te lo digo pero
acaricio tu nuca
pienso en tu nuca,
a eso
reduzco el universo,
y preguntás
en qué estás
pensando?
la ventanilla y el
viento, su ruido
nos convence de la
velocidad
un tema de rock,
algo nuestro
cantamos, la época
vibra.
el auto avanza y
la ruta
nos encuentra
nómades
inmóviles, lejos
y en nosotros la casa
más intangible de
todas.
placer
prendo un cigarrillo
y observo mansamente
el mar como preludio del océano.
será lo más cercano de la eternidad
que estos ojos entiendan. el tiempo
es otro, dulce y benevolente, así
debe ser la felicidad en el mundo?
los duros conceptos adquiridos
van perdiendo cuerpo
y vuelvo a mi mejor infancia
a creerlo todo, todo.
el mar está firme:
la actividad cesa por antonomasia.
gaviotas, y nubes con el rigor
de la libertad, viajan apenas
por un cielo siempre espontáneo:
existo porque vi esas gaviotas
y aquellas nubes y al resto
del paisaje: la totalidad
justa y necesaria. el viento sacude
mis cabellos como en las películas
el aire en movimiento es una suerte
de olvido; ausculto, cierro los ojos
y escucho el léxico de la costa.
Pablo
Gungolo (Bahía Blanca, 1980) publicó el libro de poemas Polaroid (2011 Ed. La
Parte Maldita) Los poemas aquí reunidos pertenecen al libro los restos (2017
Ed. En Danza).
Hermosos es como escucharlos me transportan geacias 💓
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