lunes, 17 de octubre de 2016

Enrique Winter












tenía buena letra y una cara lisa de piedra
medía diariamente sus ventanas
diciendo no son manchas las del plumaje son las plumas
negras y enteras blancas como las ropas que adoptaron
el difuso color a lluvia
de los dedos pulgares cal y polvo
de sed el agua pronto ahoga las mejillas
coloradas a la manera de
o de la apuesta perdida a los quince
     la besaría sin tocar sus labios
cuesta no hacer trampa al principio
y hay un punto de fuga entre el rictus
de esta cara rugosa que mira el techo y la esquina
del mismo techo donde espléndida
la telaraña marca territorio






quién quién es la presencia en esta pieza
por qué pide permiso para entrar

a otra que no soy
y protege al que soy sin escucharla

se multiplican las miradas al ahogado
en una playa poblada de parientes






tres meses sin la regla como los tres semáforos en rojo tres

                                                                  de marzo recibe su casa

       se la presta una semana a la familia de seis personas

  que se la quita

                                         sin pagar la reja de multitienda

           saca las cuatrocientas lucas restantes del banco

                                                                         un seguro de vida

              pone de beneficiaria a la hermana

              le arregla el departamento

                               y compra ropa elegante para una boda en santiago

       por sus ojos claros lograría lo que se propusiera decían

                en la carretera frente a chimbarongo

                     su hermana no recibe nada porque le hallan alcohol

                                                               le tenía pánico a la muerte

               por el camión fue instantánea






las tuercas y perillas disgregadas
se frotan sin idea alguna
de la tele el reloj y radio

desarmados de niño e imposibles de volver a

las termitas que vuelan solo para aparearse
luego cuelgan las alas a esta lámpara de papel

con el temblor cayeron de a pocas luminosas
alas en espiral

en el café flota una taza
trató de verla como la veían

la piel un filtro de café cuando el café es el mundo

y de lavar los pantalones solo
agua y luego con agua repetirlo
hasta borrar las manchas perdiendo

la cruz del sur en los bolsillos o
un manojo las llaves de un cerrojo
abrían un portón

un día le gustará todo y un día se le quitará





De ruidos para construcción y orquesta (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2016)


Enrique Winter (1982) ha publicado en ocho países los poemarios Atar las naves, Rascacielos (traducido como Skyscrapers), Guía de despacho y Lengua de señas (como Sign Tongue), y el disco Agua en polvo, reunidos en Primer movimiento y De ruidos para construcción y orquesta y seleccionados en Código civil, además de la novela Las bolsas de basura. Traductor de antologías de Charles Bernstein y Philip Larkin, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie Chapbook-in-Translation, entre otros. Fue editor de Ediciones del Temple y abogado, es magíster en Escritura Creativa por NYU y coordina el diplomado homónimo de la PUCV.

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