lunes, 7 de agosto de 2017

Juan José Rodinás





  
Balada para un perdedor absoluto en verso relativo


La madrugada es un niño rodando colina abajo
en mi cabeza que rueda colina abajo & cielo arriba arriba
donde se muele mi rostro de piedra sobre mi rostro de hueso.
De hecho, no sé si pienso esto que pienso: fracasé y soplé
y coloqué mi torso sobre una cancha de sangre
donde se acumulan los órganos del hombre que ya no pude ser,
que no sabría. Sobre el plumaje de un búho en el desierto,
las mujeres que no tuve, las que anhelé en la lluvia,
recorren un hospital psiquiátrico donde disparan
contra el laberinto vertical de mi cabeza rapada a los 16 años.
Esta muerte donde las islas de viento soplan
sobre los carrizos de agua de mi rostro quemado
es un pasaje directo hacia los huesos. Sin gracia, niño gris,
hombre concreto (la versión tangible de otros, esos sí,
triunfadores y etéreos, pero también hueco, vacío,
hambre de fondo, línea de arrastre de un símbolo inundado,
concreto máquina poema hombre poema cicatriz).
Y nuevamente herida. Nadie que me elija me elegirá.
Tengo el doble de años y una niña de niebla me esconde
bajo su mano (soy quien le venda su rostro,
quien la tortura sin que ella lo sepa para así comprenderla).
El cielo esplende como la cópula masiva de un enjambre
de abejorros azules + la velocidad de las células
amarradas sobre mis ojos: hay avisos de curva que no hay.
Hoy 6 de julio de 2012, mi alma es una cabeza rapada,
un desierto de neuronas sobre una isla de caballos
cosidos contra una nube de seda. Mamá, ya olvidé
cómo se escribía mi nombre. La escuelita de mi muerte
se abrasa con demasiados rostros desconocidos,
saludos cordiales, la desesperación de un animal
por convertirse en polvo.

(De Anhedonia, 2013)




Ilustración con muchacha dentro


I

Un sol como una pregunta.
Un fondo áureo en la tintura.
Un círculo amarillo con tentáculos.

Alguien dirá sol pensando
“punto amarillo sobre la carretera”.

Hacia la derecha, un altar de piedra.
Janis Joplin, en efigie de plástico,
es una virgen morena
sobre cuya cabeza vuelan moscas y tábanos.

Aullante. Una vez más
colocarle una vela Janis aullante.
Y orarle así por todos los muertos de la carretera.

Cruces. Calaveritas pizarnik.
Cruces. Lápidas.
Todavía un realismo filmado
en cámara verbal con 30 milímetros de luz.

Aquí llueven paisajes de granizo.
Paisajes de polvo en un valle de estrellas.


II

Estas imágenes proceden de un viejo telefilme
que nadie mirará jamás.

Hay un vehículo parqueado.
es un Chevrolet modelo 85.
Vendo seguros -dice un burócrata- desde el auto viejo.

Busca en los ojos de Johanna
-así se llamó la muchacha perdida-
un argumento para desmentir
que el mundo sea un niño loco
que hunde su mano en una tina roja
para luego perderla en una escena irrealista.

En los ojos de Johanna, el burócrata encuentra
un fósforo encendido,
un video gore dentro de un pájaro de cuarzo.
Para agregar, luego,
el paisaje necesario al extraño conjunto.

III

Tomo la estrella- dice el burócrata.
¿Me servirá tu estrella, Johanna de los muertos?-
piensa, mientras arranca su auto
a la velocidad de la luz.

El sol es un punto –como un hueso alargado-
acariciando flores
y flores que no son de la mente.

(Bendita seas, Señora de las cosas:
Janis Joplin ora sobre el corazón de la niñita monstruo).

El burócrata parquea su automóvil.
Entra a un restaurante y,
mientras mira los postres del menú,
medita:
soy lo invisible
o tengo, al menos, tu huella invisible.

Y se sienta en una mesa
que bien podría existir sin él.



(De Código de barras, 2010)




Cromo “Permanent Vacation”


Filmaba una película sobre un cartón de huesos. (Entiendo). No copiar. Ampliar los huesos. Yo miraba una cinta de Jarmusch. ¿Velocidad de una estrella negra abriéndose en el ojo? (Sí, entiendo). Huesos, perros, niños obesos comiendo dulce elaborado con niños en polvo, con azúcar extraída de hadas con tumor cerebral, con demonios servidos para la merienda. Un ritmo circadiano entre las fresas negras. Breve película donde uno marcha hacia dentro de la mente inmóvil, de la ciudad corregida, posada por los pasos.




I
09:12
Azul es cielo material y nubes blancas. Un hombre guarda una caja de cerveza heineken en un tráiler: lo mal construido del tiempo está en la calle de esta imagen. Camino sobre la acera como pasando sobre un disco de 45 revoluciones. Desde aquí, lo visto es una distancia que se contrae o expande y: esa pasarela de animales desconocidos, de mutaciones invisibles. Estoy solo.




II
09:14: limpieza, sueño
Volveré a la casa, a la cabeza con árboles donde nací, volveré al ojo de topo de mi madre, a la casa hipotecada, volveré a la casa de los huertos donde nadie sufre. Hay un puente de hormigón a no mucha distancia. La hierba está enrojecida. Pequeños matorrales y un chopo reluciente. Lilas marcan el borde de una charca vacía.




III
09: 14.1: limpieza, sueño
Ésta es una casa contra las galaxias. Mundo: escombros, marmajas. Soy un escombro en los escombros. Soy un escombro en los escombros de una galaxia viva. Aprendo que mis pasos son apenas las huellas de mis pasos en mis pasos.




IV
14: 12.1: hospital de la mente
Puertas y pasillos donde cada paso es un hombre sin recuerdos. La enfermera grazna y me deja pasar. Ahí, gimen las mujeres como pájaros extraviados en sus propios cuerpos. Soy tu hijo — le digo a la mujer que danza como derviche en el centro de la habitación, en el centro de la enfermedad mental. Otra ríe, pero ella: “sabía que eras mi hijo por la forma en que graznas, en que graznan los ojos de tu padre en ti”. Sonido de aviones. La enfermera grazna “es la hora de los medicamentos” y saca una aguja para dormir animales. (Se puede soñar la misma imagen con variantes). Todavía ríe la otra mujer —en ojos claros— mientras la muerte corcovea sobre un taburete: caballito pequeño y viviente.




V
17:35: versión con muchacha: postparaíso.
Los niños góticos que juegan fútbol en la calle me ven como si fuera un túmulo de heces. La ciudad es un fondo musical abolido: no me gustan los avisos de neón si no hay algo que anuncie el fin del mundo y su regreso: el eterno retorno de la cabeza muerta. Sobre una escalera, alguien canta en español: “qué bonita está la mañana”. Pero es tarde y la llorona barrial se hala los pelos iluminados, cuando le pregunto si está bien. Qué te vayas de aquí —me dice./ En el paisaje seco,/la llorona barrial canta/ y muele su mirada entre los chopos./ En círculos/ camino hacia ninguna parte/ en círculos/ miro un fondo devastado./ ¿La tarde?




VI

23: 10: versión última: corazón cabeza
Elijo el callejón de boxeadores que da paso a la realidad y su huerto de peras. Luego, dormiré en la calle: como dormir en la calle y soñar el mundo cuando despierte y soñar avenidas desiertas y una desolación que sea hija de mis ojos.




VII

23:10 mi cerebro es ópera entre dos estruendos
Un hombre negro, con dientes como perlas alucinadas, se ríe desde su silla y me habla sobre “El Efecto Doppler”. ¿Qué quieres escuchar chico? —dice, mientras ensaya un paisaje miles Davis. Algo que sea un evangelio del ritmo en el oído.




VIII
Daño una estación con cuadros invisibles. El deterioro es mi imagen quemada sólo ante mis ojos y la campana del mirlo: la memoria es la mente arrastrada y mutilada por los brazos de un hombre realista que sigue la línea del verano.

Dibujos estarcidos en la mente: fotogramas recortados sobre el soplo de la dispersión.

Pierdo mi dirección perdida.

El desvío es una línea recta en todas direcciones.

Mapa como efectode pasar a cualquier parte.




IX

Irse cuando se perdió el eje del cuerpo y pienso que en el pecho hay una ventana para escapar de 1 hacia 2. Hacia 3 también, pero a veces: rojas mariposas de ala única, huyendo. Me gusta mi traje a cuadros. En la baranda, miro el pespunte del mar. Una maleta. El señor adiós es abstracto. La fotografía en color de esta escena es una forma de la despedida. Babilonia es el mapa de una mente que se borra a sí misma. Varios botes. Un barco. La huida –la más hermosa– es hacia un punto que ha sido borrado de antemano. Un punto donde mi rostro fue borrado antes de existir.


(De Cromosoma, 2010)






Juan José Rodinás (Ambato, Ecuador, 1979) estudió literatura y periodismo en Quito e hizo cursos de traducción en Madrid. Ha publicado Los rastros (Quito, 2006), Viaje a la mansedumbre (Barcelona, 2009), Barrido de campo (Arequipa, 2010), Código de barras (Quito, 2011), Cromosoma (Quito y Santiago de Chile, 2011), Estereozen (Lima, 2012) y Anhedonia (Popayán, 2013). Además, ha reunido su trabajo en antologías personales extensas, como Los páramos inversos (Popayán, 2014), o breves, como 9 grados de turbulencia interior (Guadalajara, 2014). Formó parte del comité editorial de la revista de poesía Ruido Blanco y fue editor de varios libros bajo ese sello. Ha obtenido algunos reconocimientos como el Premio Internacional de poesía joven La Garúa 2007 y el Premio Festival la Lira 2013. Actualmente, es candidato doctoral en la Universidad de Leeds e investiga la relación entre el paisaje y las identidades nacionales en la obra de dos poetas ecuatorianos y dos uruguayos. Su último libro publicado se titula Kurdistán (Juliaca, 2017)




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