martes, 1 de noviembre de 2016

Tomás Fadel










Como en Vista al Gran Hall, Conway Castle, de Samuel Prout, Como en Vista al Gran Hall, Conway Castle, de Samuel Prout, no puedo dar final a lo que no lo tiene. Una cosa en otra se repite cada vez más gris, y lo que es claro es lo confuso que se extiende, como una niebla sutil e inamovible entre el castillo y el arco. Como él, unos días lo pienso así, y la verdad se vuelve un salmón saltando fuera de la mandíbula de un oso viejo. Otros días, cómo él, también yo me canso de mí y la verdad es algo firme que se evapora lento, como ese helecho fuerte e invisible que crece arriba, contra toda voluntad, entre los huecos del ladrillo.





Como la cisterna del Duque de York Primero el brillo que vemos, oro, después el detalle que se nos escapa, y ahí el contraste que me obliga a darme vuelta para verla ¡Ah, es la cisterna del Duque de York! Veo cómo a la sangría la soportan dos monstruos disfrazados de tortugas montados por faunos con alas. Héroes que reman el metal para mantener fresca la bebida. "Cisterna de banquete, precio de pete", dijo el Duque, sólo el metal y la mano de obra. Y mi cara, que se refleja en el hombre con patas de serpiente que a su vez asoma su cabeza hacia el ponche donde se habrá reflejado su sonrisa, cuando a sus espaldas bebían de él. Como el que mea contra el viento, tomo consciencia y soy esa pequeña forma que se agarra firme a la cisterna, y borracho no puede evitar tambalearse; con la fuerza suficiente para no caer dentro ni tampoco apartarse de ella.





Como sentado en los escalones de la Dogana Como en esa sala del British Museum donde la piedra Rosetta yace erosionada por los flashes de cientos de chinos que se amontonan al acrílico que la protege, como palomas drogadas apartadas de su pan y que huyen con la llamada del guardia "Doooors 're closing in a minute!" hacia el shop a comprar su réplica, así los pensamientos se comportan cuando encuentran en sus rieles las vías inundadas de certezas que crió uno y otro para propio beneficio, y que ahora terminan, cada una en su propio precipicio. Imagino al viejo Ez que podía sentarse tranquilo en frente de las columnas dóricas de la puerta de Afrodita y contemplarla sin estos hombres que suben y bajan de los ascensores. Por ahí la pasó mejor, capaz que se sintió solo y por eso vivió siempre en Eleusis. Me confundo. Mejor, Martu, preguntame en 50 años, cuando estas piedras mentales no sean más que dibujos, ecos, ondas capaz de enunciarse sobre sí mismas.




Tomás Fadel nació en Tunuyán, Mendoza. Poeta, traductor y editor, publicó Finca (Colección Chapita, 2010), Miniaturas (Neutrinos, 2013), El recital de Ashbery (Hoja de trabajo, 2014), La Montaña (Fadel&Fadel, 2014), Personaje (Gigante, 2015) y las traducciones de Su Tung P'o Viñas desmoronadas (Colección Chapita, 2012), Las flores de más, de Baudelaire (Colección Chapita, 2013) y "A"-12 de Louis Zukofsky (Fadel&Fadel, 2015). Participó de la antología 30.30 (emr, 2013). Codirigió la editorial Colección Chapita junto a Daniel Durand y Matías Heer, formó parte de la curadoría de Embalse, gimnasio de poesía. Actualmente desarrolla su propio proyecto editorial, Fadel&Fadel, además de trabajar como traductor y diseñador editorial para distintos medios gráficos.

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